Mi pareja y yo discutimos mucho, ¿Qué hacemos? "Aprender a discutir en pareja"


¿Tenemos que aprender a discutir?


Muchas personas se han sorprendido cuando les he dicho, en conferencias a matrimonios o retiros para parejas, que las peleas son comunes en toda relación. Sería mentirles si les prometiera que jamas van a discutir, es algo completamente falso e ilusorio, la realidad es otra, las disputas estarán en tu relación

Y es que las discusiones son una parte fundamental de las relaciones personales y, especialmente, de las amorosas. Así que, aunque intentemos postergarlas en cualquier momento habrán discusiones y tenemos que estar preparados, saber discutir y sobretodo saber vivir las emociones adecuadamente.

Siguiendo el consejo que nos da la palabra de Dios:

ENOJENSE, PERO NO PEQUEN; no se ponga el sol sobre su enojo.(Efesios 4, 26.)

En el libro La última oportunidad de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, el escritor mexicano brinda cinco consejos básicos para ayudar a las parejas cuando están inmersos en una discusión.

Analizemoslo uno por uno:


1. Si el problema está entre tú y yo, lo arreglamos tú y yo. Queda prohibido hacer partícipes a otros, hacer de la opinión de otros un argumento o discutir en presencia de otros. 


Cuando hay testigos de la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los espectadores quien es mas fuerte y dominante.

Estando a solas es mucho mas fácil pedirse perdón mutuamente, sinceramente, verse a la cara y hablarse con el corazón. Dos personas que tuvieron la afinidad para unirse pueden allanar cualquier diferencia si están en intimidad.

Al saber que hay un fisgón escuchando detrás de la puerta o, inclusive, que alguien (tal vez bien intencionado) nos preguntara al día siguiente como termino la riña, no podremos quitarnos la mascara del orgullo. Un testigo físico o mental nos motivara, sin darnos cuenta, a tratar de mantener cierta imagen y eso bloqueara la sencillez y la humildad indispensables para llegar a un acuerdo con quien realmente importa...

Algunos psicólogos aseguran que los tres factores que causan la desintegración conyugal son: el alcohol, la infidelidad y la intervención de familiares políticos.


2. El cariño y la lealtad son conceptos no negociables. Por lo tanto, queda prohibido cualquier tipo de ataque, ya sea verbal o físico o proferir amenazas terminales, del tipo: “Esta es la última oportunidad…” o “Cómo no me hagas caso, me marcho”.


En toda relación humana que se pretenda duradera debe haber ALGO intocable, ALGO que no puede por ningún motivo entrar a la mesa de discusión: El cariño. La pareja podrá negociar cualquier cosa, pelear encarnizadamente por resolver las diferencias, pero siempre protegiendo bajo una campana de acero blindado el concepto de su amo; este no se perjudicara con los resultados. Amenazas como "si no cambias me largo" o "te advierto que si no accedes nos divorciaremos" o "lo que dijiste acaba de matar mi cariño por ti", ocasionan que la discusión baladí se torne peligrosamente terminal.


3. Queda prohibido tener actitudes extremas. Si la persona pierde el control deberá alejarse de la situación hasta volver a encontrar la tranquilidad necesaria para seguir discutiendo, pero nunca podrá llevar a cabo actos que la hagan poco confiable para siempre. 
Todos los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que por ningún motivo debe usarse con nuestros seres queridos. estas armas son: gritar, golpear, insultar, romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, azotar puertas, empujar, arrojar objetos, irse de la casa, emborracharse, cometer adulterio, etc.

Estos recursos hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Las partes se concentran en devolver sus lanzas con el único fin de lastimar al contrincante.

Las actitudes extremas son como un veneno que daña la relación para siempre, pues aunque después de la lid las personas se reconcilien, el familiar o amigo agredido con ese armamento pesado ya no podrá volver a tener la misma confianza en el otro ni podrá verlo, aunque quiera, con los mismos ojos de antes. Siempre existirá en el el temor de un desacuerdo futuro y la sospecha de que su compañero reaccione de la misma forma.

4. Discutir una sola cosa a la vez. En caso contrario, el asunto inicial se deforma y el pleito no tendrá solución, que es el objetivo real de discutir. 

Al enfadarse se pondrá sobre la mesa de combate solamente el asunto que haya causado la emoción negativa.
Cuando no se sabe pelear es muy común comenzar con un tema "A"y terminar disputando un tema "Z" totalmente diferente, después de haber pasado por veintisiete inicios, todos ellos sin relación, unos hirientes, otros incoherentes, otros extremadamente añejos, pero todos esgrimidos para lesionar al contrincante con mil pamemas y hacerlo sentir culpable de cuanto malo pasa entre ellos. Una discusión así no tiene pies ni cabeza; el asunto inicial se complica y se deforma a tal grado que la pareja se siente furiosa y el pleito no tiene solución.

Al departir no deben traerse a colación asuntos que ya pasaron, que ya se discutieron y que no tiene ningún caso revivir. Hacer eso es como meter el dedo en las heridas viejas.

5. Prohibido quedarse con cuentas pendientes. Si algo no es lo suficientemente grave para discutirse en el momento, hay que dejarlo pasar. De nada sirve superar las adversidades si en la siguiente discusión se van a volver a sacar los problemas pasado. 

Hay mucha sabiduría en la actitud de algunos padres que no hacen pleitos por que sus hijos se peinen o se vistan un poco raro; o en la esposa no fumadora que permite fumar a su esposo: o en la del varón que deja trabajar a su consorte aunque prefiriese que se dedicara de lleno al hogar; o en la de las esposas que permiten a sus maridos invitar eventualmente amigos a cenar. Es sabiduría porque disciernen que obligar a cambiar a sus seres queridos en esas actitudes, necesarias de alguna forma para ellos, ameritara un altísimo grado de cohesión. Por supuesto, no se trata de ser manso o subyugado. 


Si el asunto es grave se debe hablar claro, pero si no lo es, basta con decirle al compañero lo que nos molesta y dejar bien establecido que por el amor que les tenemos estamos dispuestos a tolerarlo. Esa es la mejor estrategia para que un familiar cambie, la que se basa en la premisa de que aunque no cambie lo seguiremos amando. Al percibir eso el, a su vez, tarde o temprano también deseara darnos gusto.

Aplicar estos consejos en tu vida de pareja les servirá grandemente a tener una relación agradable y duradera.

Si te gustaría que este tema se imparta en tu Iglesia o grupo, o si requieres consejería para tu matrimonio no dudes en consultarnos.

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Animo.